Lo había olvidado todo por completo.
El horrible dolor de cabeza de la resaca, me recordaban que anoche debí beber más de la cuenta. Me duché rápido y en veinte minutos, aseada y como un pincel, iba camino al aeropuerto. Lo había olvidado por completo.
“Ya habrá aterrizado, espero que no esté molesto o, me acribillará a preguntas. ¿Dónde has estado? ¿Con quién? —Pensé incomoda—. Cuándo le salía la vena celosa, era insoportable. Si bien, se lo perdono todo porque lo adoro y hay mucha química entre nosotros, como me dice mi madre”.
—Llegas tarde. Llevo más de media hora esperándote —me riñe mientras me da un beso.
—Es que había mucho tráfico —le miento, no tengo ganas de dar explicaciones—. Tarde, pero aquí estoy.
—¿Saliste anoche no? Y por las ojeras que traes, has dormido poco por lo que veo. ¿A qué hora te has acostado?
¡Uy, empieza el interrogatorio! Debo distraerlo o mi cabeza explotará del todo, entre el dolor y tanta pregunta.
—No salí, es que estoy un poco constipada. —Volví a engañarlo, si le decía la verdad, al final íbamos a discutir y no me apetecía nada. Llevaba sin verlo una semana, había tenido que viajar por cuestiones de trabajo y estaba deseando de pasar un rato agradable con él, no riñendo.
Se me queda mirando. Sé que no me cree, me conoce bien y yo también a él. Fue a hablar de nuevo, sin embargo, yo no lo dejé.
—¿Sabes que eres el hombre que más quiero en mi vida? —me mira con una media sonrisa y noto que va bajando el mal humor—. Te he extrañado mucho estos días. —Eso sí es la pura verdad—. Te quiero mucho.
Él me mira y con una amplia sonrisa me besa ya libre de enfado.
Y fundiéndonos en un abrazo, mi padre y yo caminamos hacia el auto, para volver a casa donde nos espera mi madre.